Vane también viaja sola
La primera vez que viajé sola, ni siquiera tenía pensado hacerlo. Me tocó un viaje a Londres y por supuesto no iba a perder la oportunidad solo por el hecho de que tuviera que ir sola. Aquel viaje estuvo lleno de buenas experiencias, y todavía sigo en contacto con muchas de las personas que conocí en aquellas semanas.
Desde entonces, cada vez he dado un pasito más para viajar sola, cada vez un poquito más lejos, cada vez un poquito menos organizado. Y la verdad, es que me doy cuenta de que cuantos menos esquemas llevo, cuanto menos pienso en lo que voy a hacer cada día, y cuanto más me dejo llevar, mejores experiencias me llevo.
Viajar sola no significa que vayas a estar sola las 24 horas del día. Todo lo contrario. Cuando viajas de esta forma por primera vez, ni siquiera puedes imaginarte la cantidad de gente que se anima a ir sola por el mundo. Alguna vez hemos llegado a juntarnos hasta 15 personas, todas viajando solas, cada persona de una parte diferente del mundo, pero todas con algo en común: Todas con la mente abierta para conocer nuevas personas y vivir nuevas aventuras. Encontrándote con gente así, te sientes identificada, inmediatamente más segura, y más confiada en ti y en que lo que estás haciendo no es tan malo como te habían hecho creer antes de irte.
Creo que no soy la única que antes de irse de viaje sola, le acribillan la cabeza diciéndole que vas a perderte, que te van a robar, que si no tienes amigos para ir de viaje...y un montón de cosas más que prefiero no escribir. Todos esos miedos y todas esas inseguridades, quieras o no, se te quedan grabados, y justo cuando el avión aterriza en tu destino te acuerdas de ellos, y piensas si deberías haberles hecho caso. Es algo que nos pasa a la mayoría ¿por qué? Porque al ir sola, estás saliendo de tu rutina, estás descubriendo algo desconocido, y eso a todo el mundo nos crea inseguridad.
Pero, como todo en esta vida, es un aprendizaje. Una vez que viajas, ves que no es tan malo, que todo lo contrario, que es algo que te hace ver hasta dónde eres capaz de llegar, te hace ver que el mundo es un sitio bonito, y que además está lleno de gente maravillosa.
Por desgracia vivimos en una sociedad desconfiada, en la que no nos atrevemos a conectar con la gente por miedo a que nos pase algo. Pero para mí, se me puede tachar de confiada, pero creo que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Y esto es una de las cosas que me ha enseñado el viajar sola. Me he visto sola en un autobús rodeada de gente que no hablaba mi idioma ni yo el suyo, pero que se han dejado la piel para relacionarse conmigo y para explicarme en qué parada me tenía que bajar. Me he visto de noche buscando dónde alojarme, y he encontrado gente que se ha volcado a ayudarme. Me he visto con un pie roto, y con gente ofreciéndome su casa para quedarme a descansar. Podría decir tantas y tantas situaciones, que no acabaría, pero todas me han demostrado que el mundo y su gente no son tan malos y peligrosos como lo pintan.
Mi consejo, déjate llevar, conoce gente, vive, busca los sitios más bonitos, que te aseguro que no siempre son los más turísticos, y disfruta de cada momento. Aprende otros idiomas, otras culturas, busca otras formas de ver la vida, habla con mucha gente de todo el mundo...a eso se le llama crecer y aprender.
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